Los butaneses, de religión budista, son un pueblo emparentado con los tibetanos del norte y la base de su identidad consiste en adentrarse en la modernidad, pero sin perder las tradiciones. De ahí se origina el concepto de la Felicidad Interna Bruta, ideado por el rey Jigme Singye Wangchuck, que mide la riqueza del país no sólo en términos económicos, sino atendiendo también al bienestar psicológico y espiritual de sus habitantes.
El país, que limita al norte con el Tíbet y al Sur con la India, aún no ha sido muy explotado por el turismo por lo que conserva toda su esencia y sus paraísos naturales intactos. Un lugar rodeado por el Himalaya y los Duars: enormes gargantas que serpentean a lo largo de una frondosa y casi impenetrable jungla. Por su localización, el clima es muy variado: de épocas lluviosas en julio y agosto a otoños calurosos (hasta noviembre) e inviernos muy fríos.
Todo el reino posee una belleza muy especial y serena, pero hay muchos lugares concretos que se deben visitar en un viaje a Bhutan. En su capital, Thimphu, no podemos pasar sin visitar el Dzong de la Ley Buena o ‘Dzong Tashichho‘. Esta construcción de 1641 cuenta con varios nichos situados a la altura de unas ventanas que albergan 220 frescos que representan a santos y deidades propias de Bhután.
El Valle de Punakha alberga una fortaleza de llamativa arquitectura, ya que combina los estilos chino, tibetano y bhutanés. La pequeña ciudad de Phuntsholing o “Puerta de Bhutan” es el punto neurálgico del comercio y la industria del país. En este lugar se puede admirar el Monasterio de Kharbandi y ocho ‘chortens’ que eran originariamente monumentos funerarios. Hoy se se consideran monumentos sagrados que invitan a la meditación.
Probablemente, para ver los mejores paisajes, lo mejor es acercarse a Paro y su valle. Allí se puede contemplar el monte Chomolhari, pico del Himalaya. Los campos de arroz, las pequeñas chozas y casas típicas de madera y las granjas con sus casas señoriales hacen del territorio un lugar único. En Paro no hay que dejar de visitar el Dzong Drukgyel o del “Dragón Victorioso”, construido por el primer Shabdung para conmemorar la victoria sobre la armada tibetana.
El Dzong Rinpung del siglo XVII, es una de las fortalezas más impresionantes de estilo puramente bhutanés. Y por supuesto, hay que hacer una visita al Museo Nacional, donde se encuentran verdaderas joyas del arte del país.