Se trata de 30 cuevas excavadas una junto a otra en una ladera semicircular por unos monjes budistas. Cuatro de estas cuevas son santuarios y ventiséis, monasterios.
A principios del siglo XIX cuando estos templos fueron descubiertos, existió una tendencia a fecharlos en épocas demasiado remotas, casi considerándolos los monumentos más remotos del mundo. Un estudio más cuidadoso y posterior ha permitido situarlos en el tiempo con cierta seguridad: se remontan al siglo I a.C.
El esquema de los cuatro chaitya es bastante homogéneo: una cámara con una alta bóveda y un ábside circular al findo en el que se encuentra un altar excavado en la roca viva. Los vihara están formados en su mayoría por una sala cuadrada central en la que se enceuntra la estatua de Buda, con celdas laterales para los monjes.
Además de por su arquitectura, el conjunto es notable por sus pinturas, descubiertas en 1817 y dadas a conocer a través de copias en 1866.
El ciclo de frescos, que se inspira en representaciones de la vida de Buda, fue realizado entre los siglos II y VII, por lo que son una buena muestra de arte gupta.
Una cuevas que merecen una visita por el hito histórico, cultural y artístico que representan en el legado patrimonial que la India tiene para disfrute del mundo.