El norte de Taiwán es un mosaico donde tradición y modernidad conviven en un equilibrio casi poético. Es una región que se descubre despacio, como quien se siente invitado a entrar en una historia que aún se está escribiendo.
Aquí, las montañas se inclinan hacia el mar, los templos dialogan con los rascacielos y los sabores cuentan relatos de generaciones enteras. Viajar por esta zona es abrir una puerta a la esencia más auténtica del país.
Donde la tradición y la modernidad se dan la mano
Taipéi vibra al ritmo de la ciudad contemporánea, pero conserva el espíritu ritual de sus templos.
Los mercados nocturnos iluminan las calles con neones y aromas que flotan en el aire, mientras cafeterías minimalistas conviven con casas de té centenarias.
El Templo Longshan, considerado el más antiguo de Taipéi, tiene una historia de unos 280 años. Debido a su larga historia, también se le considera el lugar más poderoso de Taiwán.
En el norte de Taiwán, nada queda desplazado: lo antiguo y lo nuevo se acompañan como dos capítulos de un mismo libro.
Cada callejuela, cada taza de té o conversación espontánea revela una identidad que se resiste a ser olvidada.
En Pingxi, la tradición de lanzar farolillos al cielo convierte los deseos en pequeñas estrellas que ascienden lentamente, llevando mensajes escritos con esperanza y poesía.
Es un ritual que emociona incluso a quienes lo observan desde lejos.
Aquí, lo espiritual no se limita a los templos:
vive en la vida cotidiana, en los gestos discretos, en el sonido del agua descendiendo por las montañas. Por eso muchos incluyen esta región en sus viajes de bienestar y calma interior.
Jiufen: el pueblo que inspiró mundos mágicos
Si hay un lugar donde el tiempo parece detenerse, ese es Jiufen. Sus escaleras empinadas, sus balcones tradicionales y las icónicas linternas rojas crean un ambiente que ha enamorado a viajeros, artistas y cineastas.
Este pequeño pueblo minero, abrazado por la montaña y con vistas al mar, fue una de las grandes inspiraciones visuales para Hayao Miyazaki al crear El Viaje de Chihiro.
Aunque el propio director nunca lo confirmó de forma oficial, el parecido es innegable:
- los callejones estrechos,
- los faroles encendidos al caer la tarde,
- las casas de té donde el vapor se escapa por las ventanas,
- la atmósfera casi onírica que parece sacada de un mundo paralelo.
El A-Mei Tea House, con su fachada llena de luces cálidas, recuerda inevitablemente al icónico baño público de la película. Los turistas siguen esta pista como si recorrieran los escenarios de una leyenda animada.
Pero Jiufen es más que un referente cinematográfico. Es un lugar donde los sentidos se despiertan:
el aroma del té oolong recién preparado, el sonido de la lluvia golpeando los tejados, y la mezcla de voces en sus animadas tiendas tradicionales.
Visitarlo es entrar en un cuento que sigue vivo.
Naturaleza sagrada y paisajes que invitan al silencio
El norte de la isla es un santuario natural.
En Yehliu Geopark, las rocas esculpidas por el viento y el mar parecen obras de arte creadas por siglos de paciencia.
En Yangmingshan, las flores silvestres tiñen las colinas de colores cambiantes y las fumarolas recuerdan el origen volcánico de la isla.
Las aguas termales de Beitou, rodeadas de colinas y vapor, son una invitación a dejar que el cuerpo y la mente se relajen.
La cascada Shifen es una de las más grandes de Taiwán, ubicada en el distrito de Pingxi. También se la conoce como el “Niágara de Taiwán” por su magnífico paisaje en forma de cortina, con una anchura de aproximadamente 40 m y una caída de aproximadamente 20 m.
Aquí la naturaleza no es un escenario: es maestra, guía y refugio.
El alma taiwanesa a través del sabor
Taiwán se entiende a través de su cocina. En los mercados nocturnos del norte, el aire se llena de vapores, especias y conversaciones que parecen no terminar nunca.
Los clásicos beef noodles, los tiernos baozi, o el valiente tofu fermentado cuentan historias de migraciones, influencias chinas, japonesas y locales que se mezclaron para dar forma a una gastronomía única.
Mientras tanto, el té oolong, servido con ceremoniosa calma, invita a bajar el ritmo y conversar sin prisa.
Comer en Taiwán no es solo probar platos: es entender un modo de vivir.
El encanto de lo cotidiano
A veces, los mejores recuerdos de un viaje no vienen de los puntos marcados en el mapa, sino de lo inesperado: el vendedor que ofrece una muestra de fruta con una sonrisa tímida, la lluvia golpeando suavemente los tejados, un tren serpenteando entre valles verdes y pueblos diminutos.
Taiwán no intenta impresionar. Simplemente es. Y en esa autenticidad reside su magia.
Taiwán, un viaje que trasciende
El norte de Taiwán no solo se recorre… se siente.
Es una ruta donde el viajero transita entre ciudades, montañas, sabores y silencios, pero también hacia adentro: hacia ese espacio íntimo donde la curiosidad y la calma encuentran un punto de encuentro.
Porque Taiwán no solo te muestra su historia.
Te enseña una nueva forma de mirar el mundo.























