Lola: El coraje de dos abuelas en Manila

18/03/2011

Iniciamos una interesante colaboración con Cine Asia que a partir de hoy nos traerán cada jueves una recomendación de cine asiático, un terreno en el que son especialistas, ya que desde hace años se dedican a promover el cine que llega de Oriente en nuestro país a través de distintas actividades. Además son asesores en materia cinematográfica de Casa Asia. Esperamos aprender mucho y seguir al pie de la letras sus recomendaciones. El encargado de inaugurar esta sección es Eduard Terrades Vicens con la recomendación de la película filipina, Lola.

Año: 2009 País: Filipinas, Director: Brillante Mendoza, Duración: 110 minutos, Género: Docudrama, Intérpretes: Anita Linda, Rustica Carpio, Tanya Gomez, Ketchup Eusebio.

 

Introducirse en la cinematografía filipina requiere de cierta valentía, no tanto por la dificultad de encontrar cierto material fílmico procedente de este país insular situado al sudeste asiático, sino más bien para encajar ciertas temáticas recurrentes en su nada deleznable industria del Séptimo Arte, que se reproducen de película en película como testimonio historiográfico y sociológico: las miserias de una clase baja que en muchos casos sobrevive en chabolas apiladas, esa seguridad nacional que arremete contra el más débil, esos índices de criminalidad preocupantes, una clase media que lucha para no bajar de peldaño y, en definitiva, un modelo de estado cuestionable.

Esa podredumbre corrupta tiene buena parte de culpa, pero también esa frágil desintegración de una sociedad que ha padecido históricamente en sus propias carnes altercados civiles de variada índole política (fruto de una mala interpretación de la Constitución), y que ha terminado por provocar un abandono de esos sentimientos patrios, esa identidad nacional arrinconada por los problemas reales que preocupan a la población.

Una visión un tanto derrotista que se aleja de ese aroma paradisíaco que a veces se ha intentado vender de Filipinas. Y es que en muchos casos, estas películas de rabiosa actualidad cubren de negro las pantallas de nuestros televisores con amargas historias contestatarias (Engkwentro de Pepe Diokno es un buen ejemplo), víctimas de un sistema que se niega a aceptarlas y que su única salida comercial parecen ser los países europeos.

Este podría ser el caso de un filme tan singular como Lola, en el que se resume de forma acertada todas las problemáticas expuestas en anterioridad en poco menos de dos horas de metraje.

 

 

No por casualidad su director es el respetable Brillante Mendoza, apreciado en ciertos círculos críticos y que merecería ser descubierto por ese público que devora cine de autor sin contemplaciones. Nadie mejor que él para explicar toda esa ‘basura’ que a simple vista ahoga a su país, azotando pasiblemente a una buena parte de sus conciudadanos.

Algunos podrían pensar que, al haber sido Filipinas una colonia española, el título del filme responde al nombre de la sufridora protagonista. Lo cierto es que Lola significa abuela en tagalo, un idioma ‘austronesio’ mayoritariamente hablado en la zona de Manila, a pesar de que el país alberga más de 170 lenguas y dialectos (incluido el chabacano, una lengua criolla de procedencia española y que si se visiona el filme en versión original puede apreciarse en según qué expresiones, fonéticamente pronunciadas a similitud del castellano).

Así pues ya tenemos delimitado el segmento generacional de dos de los personajes principales que aparecen en la función, por mucho que las generaciones jóvenes también tengan algo que aportar en este simposio fílmico dedicado a todas esas personas de la tercera edad que luchan por sobrevivir en un ambiente de decadencia moral y pobreza generalizada. Resulta complicado describir con adjetivos precisos lo que debería significar esta tragedia en fotogramas para nuestras inquietudes cinéfilas.

De entrada es una buena oportunidad para inmiscuirse dentro de la vasta e invisible cinematografía filipina de una vez por todas, pero también es la mejor manera para que nos interesemos por un emergente país asiático, tristemente olvidado cuando se tiende a elogiar esas filmografías periféricas que se pasean por los distintos festivales especializados a lo largo del año.

 

 

Lola es incisiva en su recurrente obsesión testimonial; está elegantemente filmada a pesar de soportar en muchas secuencias esa cámara en mano ligeramente mareante (que nos acerca a la realidad de las calles filipinas como si nos estuviésemos paseando en ellas); y por sorprendente que parezca, emana la sensación de espontaneidad gracias a sus actrices, que con majestuosas interpretaciones remarcan ese dramatismo que promueve la trama.

Y es que en realidad, el secreto del éxito crítico de Lola es la mera inscripción en el género del docudrama a partir de la historia de dos abuelitas que deben entenderse para evitar que el nieto de una de ellas sea condenado a prisión por haber asesinado al nieto de la otra. El sacrificio económico de una de ellas para poder pagar un funeral digno, contrastará con la lucha moral que afronta la otra sola para intentar aceptar el crimen que ha cometido su nieto.

Un filme radical y dramático, como muchas propuestas de este brillante cineasta pino y obsesionado con los temas que recrea en sus filmes, y que en esta ocasión se acerca al demográfico de la tercera edad desde las miserias que esconden los callejones de Manila. Una capital filipina que como decimos no esconde su putrefacción, pero que aguarda momentos de extraña belleza hipnótica: la triste secuencia en la que se traslada el féretro en una pequeña balsa por las callejuelas convertidas en canales por las intensas lluvias torrenciales es una muestra de ello. Mendoza sabe cómo persuadirnos con su cámara, acercándose al cinema verité con ficciones tan bien orquestadas como ésta, tal vez su mejor propuesta de su dilatada trayectoria (muy superior si cabe a su polémica Kinatay).

 

 

Lola debería encandilar a los que ansían encontrar alguna cinematografía virgen con las que dejarse instruir. A los demás, sería un error perdérsela, ya que el coraje que emana de las dos protagonistas debería contagiárseles como sensibilización hacia una república presidencialista, que no estriba en oportunismos electoralistas, y que se atreve a dejar en la estacada a dos “lolas” a las que (e igual que a muchas mujeres mayores filipinas) se les priva de sus años de jubilación.

Al menos se hará un poco de justicia si a través de este excelente largometraje se dan a conocer estas miserables situaciones que afronta la sociedad filipina con resignación. Un filme necesario pues, desde un punto de vista humanista, y que debería servir para seguir luchando para que esos derechos fundamentales no se los lleve el viento.

LO MEJOR: Todo. Perfecta de principio a fin: bien narrada, bien compuesta, milimétricamente equilibrada y documentalmente fascinante. LO PEOR: Que no le dieran el León de Oro en Venecia, aunque por suerte se llevó tres premios en nuestro Festival de Las Palmas (mejor actriz ex aequo, mejor fotografía y mejor director).

 

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