Tan asociado a la cultura nipona como el sushi, el sake o el manga, el karaoke es toda una institución en Japón. La historia sobre el nacimiento de este divertido entretenimiento está muy disputada. Según algunas teorías, el karaoke nace en Kobe de la mano del cantante Daisuke Inoue. Otros opinan que surgió en Osaka en el año 1970, cuando el director de una tienda de discos tuvo la gran idea de hacer que la gente cantara mediante un sistema que no implicara un gran coste.
Los primeros karaoke -palabra que siginifica “orquesta vacía”- eran originariamente reproductores de ocho pistas con un robusto micrófono. Con el tiempo este aparato evolucionó hasta que en la década de los años ochenta ya aparecen las primeras máquinas de karaoke como las conocemos hoy día, en las que una pantalla con imágenes de fondo va proyectando las letras, que cambian de color indicando que parte de la canción hay que seguir cantando.
A mitad de la década de los ochenta, la industria del karaoke movía un trillón de yenes al año, lo que no dejó de aumentar con la aparición de las “cajas de karaoke”, que se hicieron muy populares entre las familias japonesas a las que no les gustaba la idea de ir a un bar lleno de humo y frecuentado por oficinistas. Y lo de los profesionales japoneses no es ningún tema menor: este sector fue el primer gran consumidor de este servicio en los bares, e incluso existe la creencia de que el descenso de oficinistas ebrios a los que la policía tenía que atender estaba relacionado con que, gracias a la distracción que suponía salir a cantar, bebían menos alcohol.
Sea o no cierto, el karaoke sigue siendo parte de los momentos de relax y diversión del pueblo japonés, como queda reflejado en una divertida escena del film Lost in traslation. Y aunque no sepamos el idioma, si viajamos a Japón puede ser una genial idea acercarse a uno de estos bares para vivir una experiencia divertida y realmente auténtica.
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