Yogyakarta, una etapa imperdible en tu viaje a Indonesia

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Ubicada en Java –el centro cultural de Indonesia–, Yogyakarta es la segunda ciudad más visitada del país y uno de sus atractivos turísticos más destacados. Cabe destacar que, aunque es una ciudad de la Isla de Java, cuenta con un gobierno propio, por lo que representa una zona especial de Indonesia, que tiene su propio sultán. Si quieres conocer Indonesia desde su lado más auténtico, las calles, los puestos de comida callejera y el tráfico que hay a todas horas te ayudarán a hacerlo. De entre las muchas joyas que atesora Yogyakarta, probablemente la más reconocida mundialmente es Borobudur.

Este templo es el mayor centro de culto budista del planeta y constituye una de las siete maravillas del mundo. Se trata de una pirámide artificial construida con inmensos bloques de piedra, situada en un entorno privilegiado, de impresionante belleza y rodeado de valles y volcanes. De hecho, muchos denominan a este emplazamiento el «Jardín de Java». Decorado por casi 3.000 paneles en relieve y más de 500 tallas de buda, el progresivo ascenso por las escalinatas que llevan a la parte más alta, de 42 metros de altura, representa para los budistas el viaje interior y la mejora personal y espiritual hacia el Nirvana.

Qué ver en Yogyakarta


En tu viaje a Indonesia tienes muchas opciones de actividades que realizar y cosas que ver en Yogyakarta. Sin duda el Templo –o conjunto de templos hindúes, para ser precisos– de Prambanan es una de ellas. Mereció el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco en 1991 y constituye una de las imágenes más características de Yogyakarta y de Indonesia, además de un atractivo turístico de primera magnitud.

Hay un gran número de templos dentro del complejo de Prambanan, los más importantes son los tres edificios dedicados a los dioses Brahma, Vishnu y Shiva. El templo central y el más grande es el de Shiva, que se eleva cerca de cincuenta metros. Flanqueando esta maravilla, se encuentran los templos de los dioses Brahma y Visnú, rodeados de templos más pequeños, en su mayoría destruidos pero igualmente plenos de encanto y magnetismo.

El Kraton o Palacio del Sultán está en el centro de la ciudad, por lo que es prácticamente imposible perdérselo. Su patio central, además de las estancias que lo rodean, su ambiente tranquilo y el museo de su interior, con imágenes, vestimentas y utensilios de la vida de palacio son una buena forma de revivir el ambiente de la corte del sultán.

Y muy cerca del palacio está el jardín del sultán, el denominado Taman Sari o Castillo de Agua. Se trata de uno de los lugares que ver en Yogyakarta que tienen que figurar en tu lista. Aunque en la actualidad solo se conserva un complejo de piscinas central que ha acusado el paso del tiempo, esta edificación estaba dotada de varios pabellones, lagos artificiales y pequeños estanques.

El Taman Sari era un espacio pensado para cumplir varias funciones: meditar, descansar, y hacer de defensa y escondite ante posibles ataques. De hecho, era el lugar predilecto del sultán para elegir a sus concubinas favoritas. Su alto valor histórico provocó que la Unesco lo declarase Patrimonio de la Humanidad en el año 1995.
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