Lhasa, Tibet. Un lugar mágico para un viaje único

No hay muchos lugares como Lhasa en el mundo.

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No hay muchos lugares como Lhasa en el mundo. No sólo por su excéntrica ubicación geográfica a casi cuatro mil metros de altura. En pocos lugares puede sentirse el peso de mil trescientos años de historia, de unas tradiciones y una profundidad espiritual que se pueden experimentar en pocos lugares. Si viajas a Tibet, Lhasa es – además de uno de los puntos más llamativos y reconocibles del recorrido – una visita imprescindible.

El Palacio de Potala en Lhasa es uno de los símbolos más característicos del Tibet y constituye una magnífica muestra del estilo arquitectónico tibetano tradicional, con los colores rojo y blanco dominando toda la estructura en perfecto equilibrio. En Lhasa también podrás admirar la belleza del Lago Yamdrok, uno de los tres lagos sagrados del Tíbet – junto al Namtso y al Manasarovar –. Sus aguas color zafiro resplandecen en la meseta, rodeadas por montañas nevadas.

Desde Destinos Asiáticos también te recomendamos que dirijas tus pasos a la calle Barkhor, la que tiene más antigüedad de toda Lhasa – denominada por los locales «Vía Santa» desde tiempo inmemorial –. A ambos lados de la calle se monta un mercado de todo tipo de artesanías y productos. Existen más de cien tiendas y doscientos puestos. Podrás encontrar, literalmente, cualquier cosa: figuras de Buda elaboradas en cobre, ruedas de oración, lámparas de mantequilla, alfombras, vino de cebada tibetana, carne secada al aire e infinidad de curiosidades más.

Y no puedes dejar Lhasa sin visitar Norbulingka o el «Jardín de la Joya», el conjunto de Palacio y Parque más grande del Tibet. En un principio sirvió como residencia del Dalai Lama – a partir de su séptima reencarnación – aunque ahora sólo está disponible como espacio verde en el que a los tibetanos les encanta disfrutar de picnics y desarrollar diversas actividades como representaciones de teatro y de danza. E incluso festivales, como el Dun Sho o «Festival de yogur». Norbulingka cuenta incluso con un zoológico y las dependencias palaciegas tienen una sala de cine, construida para el decimocuarto Dalai Lama en la década de los años cincuenta por Heinrich Harrer – el personaje protagonista de la película hollywoodiense Siete años en el Tibet.
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